domingo, 22 de marzo de 2009

CuentO dE mAr
(Gorge Robledo Ortiz)

Voy a beberme el mar.
Ya tengo listo mi velero fantasma.
No le he trazado rumbos a mi ausencia,
no he fatigado el mapa localizando zonas que no bailen al macabro jazz-band de las borrascas.
Viajaré simplemente, sin triangular alturas ni distancias, llevando en el timón a Don Quijote y la rosa del viento en la solapa.

Acompáñame tu dulce chiquilla,
partiremos al alba,
cuando los alcatraces no dibujen
su ecuación de naufragios sobre el agua. Arranca tus raíces de la tierra. abre tu citolegia de nostalgias y vamos a bebernos el océano en la copa de luz de las montañas:

visitaremos todos los países, los puertos y las radas.
Te compraré crepúsculos en Chipre.
Un elefante niño al sur del África.
Un gajo de luceros en Corea.
Dos elásticos tigres de Bengala.
El dolor milenario de un camello.
Y la fatiga estéril del Sahara.

En el Japón te mostraré los biombos
con figuras bilingües y enigmáticas.
En Pekín buscarmos la muñeca de blanco corazón de porcelana.
haremos de bambú balsas de ensueño para subir un río de esperanzas.
Y te daré un sombrero en forma de hongo y unas chinelas para tu pijama.

Pasaremos a Escocia y a Noruega.
Después navegaremos a Finlandia para buscar
la estirpe de un vikingo de ojos azules y de luenga barba,
que se murió coleccionando fiordos en el álbum con sal de su nostalgia,
mientras su vieja pipa marinera quemaba archivos íntimos del alma.

Y siempre sin control,
siempre viajando,
iremos al país de Sherezada y allí te contaré Mil y una Noches
de reyes y de esclavas,
de romances y torres de marfil
de bazares, de alfombras y de flautas,
madrigales y de surtidores
de pie como las cobras encantadas.

Subiremos al Rhin
buscando a Wagner y su Tetralogía desvelada.
Cazaremos los cisnes hiperbóreos
que abanican la muerte con sus alas.
Te diré que la música es un vino que cuando estamos tristes se derrama.
Y que el silencio es un santuario celta donde reposa el corazón de un arpa.

Y fatigando el mar,
¡Qué importa el tiempo!
visitaremos la ciudad sagrada,
la tierra de la cruz y del olivo,
la que escuchó el Sermón de la Montaña,
la patria de Jesús y de María la que arrulló las bienaventuranzas,
la tierra donde un tosco carpintero pulió a garlopa el globo de una lágrima.

En otro amanecer arribaremos a las Islas Canarias.
te compraré su nombre que es un trino diluido en el agua.
Para pescar luceros en el fondo te bastará la red de tus pestañas,
y aprenderás que a Dios también se llega por el verde camino de las algas.

Si sueñas ver a Nápoles,
cruzaremos por mármoles de Italia,
y te daré una góndola en Venencia y
en Asís la humildad de una campana.
Compraremos al Dante sus Laureles y a Benvenuto su luciente daga,
para tu muñequero de ilusiones y tu azul inquietud de extravagancias.

Buscaremos ositos en Siberia
rutas de manzanilla al sur de España,
la sombra adolescente de Platero,
la capa de Unamuno en Salamanca,
la fatiga inmortal de Rocinante.
El dardo del Amor Clavado en Ávila,
la Morena ascendencia de “El Cachorro”
y el llanto de Boabdil sobre Granada.

Y cuando tengas sueño, mi pequeña,
cuando te canses de medir distancias y no quieras viajar
a la deriva con la estrella polar a las espaldas,
te arrullaré, mientras mi vieja pipa,
que compré a un bucanero en Samarcanda,
quema frente a la noche de tus ojos
mi viejo contrabando de nostalgias.

lunes, 16 de marzo de 2009

Te quiero
(Mario Benedetti)

Tus manos son mi caricia,
mis acordes cotidianos;
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia.
Si te quiero es porque sos
mi amor, mi cómplice, y todo.
Y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.
Tus ojos son mi conjuro
contra la mala jornada;
te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro.
Tu boca que es tuya y mía,
Tu boca no se equivoca;
te quiero por que tu boca
sabe gritar rebeldía.
Si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo.
Y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.
Y por tu rostro sincero.
Y tu paso vagabundo.
Y tu llanto por el mundo.
Porque sos pueblo te quiero.
Y porque amor no es aurora,
ni cándida moraleja,
y porque somos pareja
que sabe que no está sola.
Te quiero en mi paraíso;
es decir, que en mi país
la gente vive feliz
aunque no tenga permiso.
Si te quiero es por que sos
mi amor, mi cómplice y todo.
Y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.

martes, 3 de marzo de 2009

RAYUELA
CAPITULO SIETE
JULIO CORTAZAR

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.